David un Rey ungido
1Sa 16:1. Dijo Jehová a Samuel:
¿Hasta cuándo llorarás por Saúl, habiéndolo yo rechazado para que no reine sobre Israel?
Llena tu cuerno de aceite y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de entre sus hijos me he elegido un rey.
1Sa 16:2. Samuel preguntó: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría.
Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: "A ofrecer sacrificio a Jehová he venido".
1Sa 16:3. Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere.
1Sa 16:4. Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?
1Sa 16:5. El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.
1Sa 16:6. Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido.
1Sa 16:7. Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.
Ungimiento de David.
También aquí se hace evidente la habilidad del narrador, al no mencionar el nombre de David hasta el último versículo, aunque es David el verdadero centro del relato. Desde este capítulo hasta el final de 2 Sam., David es el personaje principal. El propósito primordial de esta sección es mostrar que David había sido escogido por Dios y ungido por Samuel.
David no era un hombre despiadado, ambicioso y empecinado en apoderarse del trono. Era el propio elegido de Dios, aunque era un muchacho joven cumpliendo una tarea humilde. ¡Aun Samuel hubiera elegido otro hombre, era importante que Samuel cumpliera con el ungimiento, el viejo líder creando al nuevo líder! Esta acción daba continuidad de liderazgo a Israel.
El relato incluye en el v. 7 una enseñanza general de los principios de Dios respecto a sus escogidos. Parece que los israelitas querían que sus líderes fueran de un físico impresionante y apuesto (7, 12 y 18; 9:2).
En los vv. 2, 4 y 5 se nos recuerda que Saúl todavía era rey, y un hombre digno de ser temido. Desde una perspectiva puramente política, el hecho de que Samuel ungiera a David constituía una traición, y se vio forzado a hacerlo en secreto y con cierto engaño.
Cuando Dios rechazó a Saúl como rey de Israel, David le fue revelado a Samuel como su sucesor, y por ello el profeta lo ungió en Belén sin ninguna ostentación (1 S. 16.1–13). Uno de los resultados del rechazo de Saúl fue que el Espíritu de Dios se retiró de él, provocando como consecuencia una gran depresión en su propio espíritu, que en ciertas ocasiones parece que rayaba en la locura.
Se advierte una impresionante revelación del propósito divino en la providencia por la cual David, destinado a reemplazar a Saúl en el favor y los planes de Dios, es elegido para socorrer al rey caído en sus momentos de melancolía (1 S. 16.17–21). De esta manera, la vida de estos dos hombres estuvo íntimamente ligada, la del gigante herido y la del imberbe que surgía.
Al principio todo marchaba bien. A Saúl le agradaba el joven, cuyo talento musical habría de darnos parte de nuestra herencia devocional más preciosa, y lo nombró para ocupar el cargo de paje de armas o escudero. Luego el conocido incidente con Goliat, el campeón filisteo, lo cambió todo (1 S. 17).
La agilidad y habilidad de David con la honda le permitió vencer al fuerte y pesado gigante, cuya muerte fue la señal para la derrota por parte de Israel de las fuerzas filisteas. Quedó abierto el camino para que David hiciera suya la recompensa prometida por Saúl: la mano de la hija del rey, y liberación de impuestos para toda la familia de su padre.
Pero un factor inesperado cambió el curso de los acontecimientos: los celos que sintió el rey ante el nuevo campeón de Israel. Cuando David regresaba, después de haber matado a Goliat, las mujeres israelitas le dieron la bienvenida cantando Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. Saúl, a diferencia de su hijo Jonatán en una situación parecida, se sintió herido y, se nos dice, desde aquel día no miró con buenos ojos a David” (1 S. 18.7, 9).
Pero Jehová respondió a Samuel:
Era también una prueba objetiva, aunque sólo a un grupo pequeño y privado de personas, de que David estaba destinado a ser rey.
El profeta puede recibir un llamado de Dios en privado, pero el hombre escogido para ser rey debe tener algo más que una voz interior que le llama, de lo cual podrían dudar otras personas.
Los israelitas entendidos hubieran buscado más las cualidades interiores, y el v. 7 confirma que eso es lo que hace Dios. A las cualidades interiores de David, Dios agregó algo más: el poder de su Espíritu (13). David contaba con este don de Jehovah como los jueces y Saúl antes que él; era vital al liderazgo de la nación. En este contexto general del AT, la función del Espíritu de Jehovah era capacitar a individuos para ejercer un liderazgo militar.
"Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón"